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La iglesia de mi ciudad es un divinidad, está en la plaza que lleva su nombre, al entrar, frente, te encuentras al Altar Mayor, presidido por el Corazón de Jesús, en el que confiamos, a los lados María Auxiliadora, que ruega por nosotros, y San Bernabé, el patrón de la ciudad, al que amamos, es muy fácil de encontrar, en el casco antiguo está, también encontraremos, si buscar queremos, muchos altares presididos por otros santos, como la Virgen del Pilar, La Virgen del Carmen, San José, Nuestro Padre Jesús Nazareno….., y si más buscamos, encontraremos, El Cristo Yacente y junto a Él, la Virgen de los Dolores, su madre, rodeada de plata, pura como ella, a la que Dios santificó, y por llevar en su vientre su hijo, el hijo de Dios, sufrió, y lloró, porque a su hijo mortificaron y en la cruz clavaron, pero esto dejaremos para otros momentos, el sufrimiento y el dolor de esta Virgen Bella, bajo esta advocación, nunca olvidaremos, pues por nosotros tanto padeció, que olvidar nunca podremos.
Vamos a hablar de nuestra iglesia, en particular, llamada de La Encarnación, sus campanas tocan al vuelo, al pueblo llaman, cada vez que un rito santo se va a celebrar, a la misa habéis de ir, nos dicen las campanas, cuando truenan, con un ruido celestial, con las que al pueblo llaman, pero el pueblo no obedece su llamada, porque son católicos y apostólicos, pero no son practicantes de la doctrina de Dios, a misa la gran mayoría no van, pero no saben, que Dios le puede castigar, es un pecado mortal no obedecer los mandamientos de nuestra iglesia en general, pero no las oyen, que va, no quieren oírlas, las campanas se callarán, y hasta la próxima celebración no volverán a llamar, inundando el pueblo con su canto celestial.
Ahora hablaremos de los sones que celebran, a las 12, a la Virgen, bajo todas las advocaciones, a esa hora nos invita a rezar el Ave Maria, para a la Virgen homenajear, pues Ellas nos ayudará a pasar todos los días que recemos, con felicidad, y con su amor, nos protegerá de todos los males que nos puedan alcanzar.
Por fuera, nuestra iglesia, es colosal, muchos siglos de años ha cumplido ya, su torre se alza al cielo, cobijando sus campanas, las que llaman, tiene dos columnas a ambos lados de la puerta principal, por la que se ha de entrar, aunque también podemos hasta dentro llegar, por otra puerta, muy similar, por la que se hacen las últimas oraciones a los que la muerte se ha osado llevar, de esta tierra, para al cielo alzar, si su vida ha sido ejemplar, pero si no lo ha sido, no sabemos, el camino que harán para ir dónde el Juez Supremo le señalará.
Y vamos a terminar, por la puerta principal, acceden las bodas, bautizos y primeras comuniones, lo contrario que en la lateral, éstas tienen celebraciones, tras las ceremonias, con sus invitados van a algún lugar, en el que su alegría comparten con todos en general, pues para ellos este es un día maravilloso, de armonía, de paz, que recordarán toda su vida, y que en su calendario señalarán, como un día muy especial.
La Iglesia de la Encarnación hemos recorrido, por dentro y por fuera, este no es un relato de historia, es un relato de actualidad, aunque estos diversos ritos antes descritos, se vienen celebrando en su seno desde la antigüedad, y se celebrarán hasta el final, aunque, hoy en día, con otras iglesias hermanas ha de compartir esta alegría.
La soledad es muy triste,
Es muy triste estar solo toda la vida,
Sin nadie que te acompañe,
Ni hable contigo.
La soledad es despertarse por las mañanas,
Y ver a tu alrededor…,
Solo las paredes de tu habitación,
Estar solo en una cama
Sin nadie que te diga nada,
Ni te bese,
Ni te abrace,
Ni te acaricie,
Al despertar, por las mañanas.
En esa soledad vivo cautivo
Desde hace muchos años…,
La soledad esta conmigo.
Nadie me acompaña,
Nadie quiere mi compañía,
Esa tristeza, y esa soledad, es solo mía.
Si nadie encuentro que comparta mis días,
La soledad que tengo…,
Puede ser para toda la vida.
No quiero vivir solo toda la vida
Quiero compañía,
Quiero una mujer,
Hermosa o no, me da igual,
Pero que sea bella de corazón,
Que me saque de esta soledad.
Siento, que si esa mujer no encuentro
Esa soledad, la soledad que ahora siento,
Será mi compañera…,
Y no quiero esa compañía,
Solo quiero salir de ella,
Y ser feliz, por primera vez, en mi vida.
Querido:
No quería escribirte, pero he decidido hacerlo, quiero que sepas, antes de que nos separemos definitivamente, lo mucho que te he querido, lo mucho que te quiero, cuánto te echaré de menos, el gran dolor que me has dado durante los años que hemos pasado unidos, quiero que sepas lo que te pierdes si no sigues conmigo, porque me temo que sin mi amor no tendrás felicidad, ni nadie a quien maltratar, porque si te falto, nunca, nunca…, volverás a ser feliz, si es que realmente algún día has sentido el verdadero amor junto a mí.
Te irás o me iré, igual dará, nos hemos de separar, juntos no podemos vivir, eso no volverá a pasar, nos separaremos y cada uno nuestra vida viviremos, no puedo permitir que mi vida vuelvas a dañar, ¡mi vida es mía!, no te voy a dejar que me vuelvas a maltratar,… si eso es lo normal, busca a otra, olvídate de mí, otra vez no me pasará que me vuelvas a mentir, con otra no me volverás a engañar, porque me voy a alejar de ti, nunca volverás a saber de mí.
Ahora te voy a explicar los motivos de mi marcha, aunque…, tú los debes saber. Tú me has dado los motivos, me has puesto a prueba muchas veces, muchas veces me has mentido, tú siempre me has engañado, has jugado conmigo, has puesto en peligro nuestra vida en común, ahora no estamos unidos, nuestras almas no se entienden, creo que nunca se han entendido, porque nuestros corazones amor mutuo no han sentido.
Las cosas son como deben ser, difíciles no las tenemos que hacer, mi marcha será muy rápida, cuando vengas a darte cuenta, ya me habré ido, de tu vida habré salido, recomenzaré en soledad, volveré a vivir en paz, esa paz que me has negado siempre con tu agresividad, la que me has regalado a lo largo del camino que juntos hemos recorrido, me has dejado herida, física y psíquicamente, mi alma de dolor has partido en dos, no sé si volveré a confiar en otro alguna vez, quizás, pero procuraré que el que su amor me dé, me cuide y me quiera como yo lo he de querer, que me dé felicidad, que me dé amor, el que tú no me has sabido dar, oportunidades has tenido, pero no las has sabido aprovechar, ahora, es tarde ya, me marcharé, y quiera Dios que no me vuelva a encontrar contigo jamás, a Él se lo pediré, y si es tan infinitamente bueno, como de niña me enseñaron a creer, me lo concederá, y contigo jamás me volveré a cruzar.
Te escribo esta carta, la primera y última que te dedicaré, para que no quede duda de las razones que me han obligado a abandonarte, las que te has dignado darme, las que me han dejado herida para toda la vida, las que tú conoces, tú las penas me has inflingido, esas penas me han herido, y pienso que nunca podré volver a confiar en ti, te lo repito, no me volverás a engañar, y, por fin, podré de mi vida disfrutar, sin tu presencia, me hace daño tan sólo en ella pensar, libre seré sin ese amor que no me das, porque tu corazón no sabe lo que es amor, es la verdad.
Mis ultimas palabras vas a leer, yo no puedo comprender que nuestro amor haya muerto: yo no puedo olvidar los buenos momentos, pero, me gusta pensar en mi vida sin ti, aunque con mi dolor no puedo, mi alma llora de pensar, pues…, cuando lo pienso, cuando pienso que estaré sola, mi corazón llora, pero no lo dudes, lo superaré, alguien me ayudará, y seguro que me querrá, como yo te he querido, a otro lograré amar, y eso supondrá mi libertad.
Las despedidas son tristes, esta carta me despide, cuando la leas, ya no me verás, mi presencia no estará en la casa que juntos hemos compartido, en la que hemos vivido, la que me ha visto gemir y llorar, pero no me volverá a ver en ella nunca más, tan sólo te quedarás, que seguro que de menos me echarás.
Al fin me voy, no llores mi ausencia, a mi no me quedan lágrimas, las agoté junto a ti, mi hueco no llenarás jamás, muy equivocado estás, esta despedida es para toda la vida, aunque estas letras escribiendo he llorado, por el dolor que me has dado, no te equivoques, no son lágrimas de pena, son de felicidad, porque no te volveré a ver nunca más.
Adios, no pienses en mí, no evoques mi presencia, me voy feliz.